¿Tienes un juez interno muy activo -como yo- y te has dado cuenta de ello? Te gustaría cambiar de mirada, dejando la crítica y el juicio, ¿para empezar a mirar compasivamente, desde el corazón? Te cuento lo que me pasó y como ahora logro dejar de juzgar, deseando que te pueda ser de ayuda.
Me juzgo por juzgar…
Antes de empezar, quiero hacer hincapié en un punto importante para el éxito de este ejercicio:
No sé cómo te pasa a ti, pero en mi caso, cuando descubrí que mi manera automática y más común de mirar es a través del juicio, valorando y criticando todo lo que veo, me sentí fatal.
Empecé a criticarme y valorarme y me veía la persona más fea y despreciable del mundo.
Básicamente, lo único que hice fue un giro de 180 de mi mirada, lanzando los juicios contra mí misma.
Con esta actitud, me quedé en el ego, el juez interno, y es obvio que no logré cambiar a una mirada compasiva. Así que ¡sorpresa, sorpresa!
Para lograr mirar los demás desde el amor, cómo no, hay que empezar a mirarse a una misma desde ese lugar.
El momento revelador, “click” o insight
Me pasó en la playa, este verano. Acostumbrada al juicio automático, también ese día mi mirada vagaba entre las personas de la playa, analizando y criticando a todos y cada uno. Desde el gordo al feo, a la que mira con rabia, la que grita con sus hijos, o al que es borracho porque bebe cerveza antes de la comida, ni uno se escapaba a mi inteligente juez interior.
Me di cuenta de ello, y sentí que este criticar constante no me hacía feliz. Era entretenido, pero arrastraba una energía pesada, cansada, que ya no me sirve.
No sé si me ayudo algún factor externo como el sol que apareció detrás de las nubes. El hecho es que de un momento al otro algo había cambiado: de repente había más luz, todo brillaba, y mi mirada ya no salía de la cabeza, de los ojos, si no del corazón. En ese momento, había una conexión intensa y directa con cada persona que miraba. Una conexión profunda, que no dejaba lugar a valoraciones.
Una conexión tan profunda que daba miedo.
Tenía la sensación de estar desnuda delante de esa persona, tenía el corazón completamente abierto y de ella solo podía sentir su bella esencia, radiante, ingenua, amorosa. Alegre, como la mía.
Flipando en colores disfruté durante un tiempo de esta forma de mirar tan intensa, de esta conexión pura de corazón a corazón. Sentí la belleza infinita que comporta, sentí el miedo que me da tal conexión, tal desnudez y amor.
No lo pude mantener por mucho tiempo, porque todavía me quedan muros internos por derrumbar, y tanto amor al descubierto me hizo sentir incómoda. Me escondí de nuevo detrás de mí protector fiel. Y al mismo tiempo, al haber tocado esta sensación tan pura, no había vuelta atrás. Me prometí practicar la mirada compasiva, hasta que se transforme en mi mirada natural.
El cambio de mirada – guia práctica en 3 pasos
Después de ese momento revelador en la playa todo se hizo más fácil. Ahora tengo el recuerdo de ese lugar. Ya he estado allí, ya he sentido la conexión corazón-corazón, y la puedo volver a vivir en cualquier momento, haciéndola presente.
Y para días en los que mi ego ocupa más de mí que mi esencia, en los que me dejo colapsar por mi monstruo, hay una descripción del camino. He elaborado una pequeña guía paso a paso, para mí y para ti, que me estás leyendo 🙂
Paso 1: La aceptación
Cuando tomes consciencia de que estás juzgando, mirando desde tu ego, simplemente piensa (o con tus palabras):
“Hola ego, veo que estás juzgando. De acuerdo, eres parte de mí. Te doy un lugar.”
Paso 2: El empoderamiento
Después de eso empodérate y di:
“Dentro de mi hay de todo. Y yo decido desde donde vivo y miro. Decido cambiar de mirada, para mirar desde el corazón.”
Ubícate en tu corazón y saca tu atención de la mente.
Paso 3: Visualizar y dejar fluir
Ahora solo falta visualizar tu corazón abierto, con tu mirada consciente saliendo desde ese lugar. Puedes ayudarte de un recuerdo de algún momento en el que has sentido una conexión de corazón a corazón. Y dejar fluir. Observar, sentir. Descubrir ese nuevo sentir y maravillarte con él.
Yo siento esa conexión como un tubo de luz muy amplio que sale de mi pecho hacia el pecho de la otra persona. Hay un flujo constante de energía en ese tubo, y todo queda al descubierto.
Todo es pureza, amor y conexión.
También he descubierto que esta mirada desde el corazón funciona con todos los seres, no solo con personas. Se establece una conexión verdadera, que permite entender y sentir de verdad al otro. Mi sueño es poderme comunicar con animales, plantas, piedras, con los elementos… y siento que este nuevo enfoque es el inicio. (Pero esto ya es tema para otro post :)).
Si no te sale…
No desesperes. No te juzgues por ello 🙂 Ya sabes, acéptalo y mírate a ti misma, con todo lo que eres, con amor.
Al practicar la aceptación y el amor propio, aplanamos el camino a la mirada compasiva hacia los demás.
¿Te ha servido mi experiencia? ¿Cómo lo haces tú para dejar de juzgar? ¿Tienes práctica con la mirada compasiva? Ya sabes, si te apetece, déjame un comentario o escríbeme un mail, ¡estoy encantada de saber de ti!
Gracias
A ti Juanjo por leerme <3