Mi hija Lua Llum está la mar de graciosa. Se me abre el corazón cada vez que me sonríe o abre los bracitos y se tira sobre mí. Desde que se sienta ha descubierto un mundo de movimientos nuevos. Y los quiere practicar constantemente. Y me parece a mi que el momento de cambio de pañal es su preferido. El cambiador que tenemos es amplio, y ya lo hemos adaptado al estilo Emmi Pikler, para que pueda moverse libremente.
¿Cómo empiezo?
El inicio es fácil. Saco el pañal utilizado en cualquier postura. Cómo utilizo pañal de tela (casi siempre), si hay caca hago la primera limpieza con el mismo pañal. Se complica un poco cuando, como hoy, me toca una de esas cacas hasta las orejas – ¿sabéis de qué hablo, verdad? Me entró la risa a carcajadas cuando la vi sentada como una ranita, moviéndose con la obsesión de coger el cable de la lucecita del cambiador, y con toda la espalda amarilla… En ese momento ya había puesto el recipiente de agua calentita con un poco de aceite de almendra, que utilizo para limpiarla con unos trapos de algodón, en el suelo, porque antes casi me lo tira (5 minutos más tarde lo tiré yo con el pie). “Que bien que tengo tiempo”, pensé, porque en otro momento podría haberme puesto nerviosa.
Después de limpiarle toda la espalda, cambiar la toalla de abajo porque estaba mojada – el típico pipi de protocolo del cambiador-, venía el primer momento difícil: necesitaba que se quedara tumbada boca arriba al menos 10 segundos para poder limpiar los trocitos de caca de la vulva. Y eso que me gusta ser minuciosa en la higiene íntima de mi hija, ya que parece que es importante para evitar infecciones.
Pruebo de distraerla con algún objeto. Tiene que ser uno poco visto. Los que mejor funcionan son los “prohibidos”: el tarro de la crema abierto, el movil (apagado), la botella del aceite abierto (vacío)… Hoy no funciona.
Paso al plan B, y empiezo a buscar una canción en mi cabeza. ¿Pero cuál, cuál? Parece que se me ha borrado la memoria y solo me sale «lalala». ¡No sirve! De repente me acuerdo de una que ella ya conoce y me escucha con atención durante unos minutos. Y allí estoy, cantando, gesticulando, riendo y concentrándome a limpiarla a la vez. ¡Qué arte! Pero aún no ha acabado… Después de secarla bien viene el momento más difícil.
¿Cómo le pongo el pañal?
La canción ya no es interesante. Su único objetivo es girarse, sentarse y coger el cable de la luz.
Por momentos cuestiono si inmovilizarla tiene algo de respetuoso. Pero no encuentro ese algo, así que no sirve. Parece que la época de cambiar un pañal tumbada se acabó…
Y allí me veo intentando ponerle el pañal en cualquier postura, siguiendo su movimiento libre y descubriendo habilidades desconocidas de contorsionista. (Aquí te dejo un artículo interesante de cómo cambiar el pañal segundo la pediatra y pedagoga Emmi Pikler)
Al final lo consigo, la vuelvo a tumbar – durante 2 segundos – para verificar los cierres y listo!
Comparado con esto, ponerle las medias, el body, los pantalones en cualquier postura es un relax.
¡Me siento supermami!
Cuéntame tu experiencia 🙂