¿Hay dentro de ti una zona oscura, a la que no quieres mirar? ¿Imágenes escalofriantes, impregnadas de emociones estremecedoras, conectadas a pensamientos fríos, negros? ¿De dónde vienen, si tu vida es tranquila, si no tienes preocupaciones, si vives en un lugar donde reina la paz? Quizás, como yo, tienes un abuelo que fue a la guerra, y en ti la guerra continúa… Te cuento mi descubrimiento, que me dejó alucinando y ha dado sentido a lo sín sentido de mi vida.
La guerra detonó en mí
A partir de los 14 años empezó a despertarse en mí una zona oscura. Una parte de mí tan espantosa que me daba miedo solo pensar en mirarla. Se despertó con un pensamiento aleatorio de mi mente: “No te importa cómo están tus hermanos pequeños”. Eso se transformó en “Les quieres hacer daño”.
Ya se había abierto la brecha. El camino estaba conectado. A partir de ese momento me hundí, poco a poco, en un mar de lo más oscuro, profunda desesperación. Poco a poco, y cada vez con más frecuencia, las ondas de ese mar se cerraban sobre mi cabeza, y yo, con duras penas, podía respirar.
Mi mente disparaba imágenes horribles, nunca antes vistas, de brutales asesinatos. Me sentía culpable, tan culpable, por albergar ese mar de desesperación dentro de mí.
¡Lo odiaba, lo rechazaba, lo quería destruir!
No cabía en mi vida. Yo no era así. Sentía amor por mis hermanos, mucho amor. Estaba tranquila en mi vida, ¡quería vivir!
Pero allí estaba. No lo podía esconder. No lo podía borrar. Los pensamientos venían y volvían. El pánico, el desespero, la rabia y la culpa se disparaban.
Después de muchas batallas conmigo misma, de épocas más tranquilas y otras más oscuras, después que se muriera mi padre… esa parte de mí ganaba cada vez más espacio. Los pensamientos fríos, malos, venían cada vez con más constancia, se me cerró el corazón, se evaporaron mis ganas de vivir… había llegado el momento de mirarlo de verdad. De enfrentarme a ese algo monstruoso sin nombre.
El momento de enfrentarme
Nació mi hija, y mi universo estalló.
Tenía pánico que esa parte oscura tomara el poder. Y yo sola, en casa, con ese ser tan frágil, tan precioso, tan vulnerable… ¿Podría yo confiar en mí?
De los días más oscuros sale la fuerza de caminar hacia la luz.
En mi había un campo de batalla. Imágenes horribles de asesinatos, de todas las maneras imaginarias. Sentía culpa, mucha culpa, como si eso que me imaginaba ya hubiera ocurrido. Como si fuera inevitable. Sentía una desesperación tan gigante, sentía que lo peor de lo peor estaba ocurriendo, y no podía hacer nada para impedirlo. Que yo estaba participando en eso tan malo, que tenía que hacerlo, que no había otro camino.
Descubrí que todo ese cuadro de pensamientos, imágenes, emociones no era mío.
Mi abuelo fue a la guerra. ¿Cómo supe ver la conexión?
Busqué ayuda. Me enfrenté a eso sin nombre, para poder nombrarlo. Para darle un lugar.
Hice terapia y cuando estaba preparada, una constelación familiar chamánica con Mari Arenas, una maga con mucha sensibilidad, que os recomiendo.
Y allí todo cobró sentido.
De una forma mágica y misteriosa yo estaba conectada a mi abuelo paterno. Había decidido cargar una parte de su mochila. Aligerarle la carga. Su dolor se había conectado con mi dolor. Su rabia con mi rabia. Su temor con mi temor.
Mi abuelo paterno se fue a la guerra. Primera línea, carne de cañón. No le importaba a los alemanes, porque era aleman-húngaro. Fue capturado y torturado por los rusos. Por los húngaros. Vio asesinatos horribles en el campo de batalla. Tuvo que cometer asesinatos, no había otra salida. Su vida contra la vida del otro. Se sentía culpable, tan culpable. Estaba ocurriendo lo peor de lo peor, y no podía hacer nada para impedirlo. Él estaba haciendo lo peor que se puede hacer como humano. Estaba tan desesperado, tan abrumado por lo que estaba pasando. Perdió las ganas de vivir, el sentido de la vida. Murió a los 60 años, con cáncer de pulmón. Había vivido más de lo que su ser podía aguantar.
En la constelación, vi cómo se reunía con las almas de los soldados asesinados por él. Vi como le perdonaban. Vi como él lloraba, lloraba tanto, de dolor, de alivio, y al final estaba tranquilo. Abrazado por todos aquellos que había tenido que matar. Estaba en paz.
Regresó la paz, con compasión
Y a partir de ese momento, las emociones tan abrumadores se diluyeron. Ahora ya no tienen la magnitud de antes. Ya no ocupan todo el espacio de mi ser.
Siento comprensión, compasión, ternura. Por mi abuelo. Y por mí. Envío amor a las personas asesinadas en la guerra, y a mi abuelo. Y a mí.
Por fin puedo respirar. Puedo dejar de culparme. Puedo abrazar a esa niña tan asustada por todo ese mar de oscuridad.
El patrón mental creado durante toda esta vida sigue aquí. Han sido muchos años pensando e imaginando que podría pasar lo peor, y además que lo haría yo.
Pero ahora estoy tranquila. Y poco a poco cambio y reemplazo este patrón mental tan arraigado. Con amor y comprensión. Con paciencia.
A través de esta conexión con el mundo interior de mi abuelo he sufrido mucho. Muchísimo, durante 20 años. He estado en contacto con las emociones más autodestructivas. He creado círculos de pensamientos que no llevaban a ningún lugar. Me he aislado y he resucitado muchas veces. Me he cerrado a la vida, cerrado mi corazón.
Con ayuda de mi abuelo he aprendido a amar la sombra más oscura de la humanidad. Y estoy aprendiendo a cambiar y reemplazar patrones mentales. A tomar las riendas de #mimundointerior. A tomar el poder y la responsabilidad de crear mi vida. Transformar mi ser terrenal. Confiar en mi esencia y vivir desde allí. A volver a abrir el corazón poco a poco…
Gracias abuelo, descansa en paz.
Tengo un objetivo claro publicando lo más oscuro de mi vida. Que tú, que también has tocado ese mar de inmensa oscuridad que hay dentro de ti en algún lugar, sepas que no estás sola. Y si así lo sientes, te animo a mirarlo, a enfrentarte a tu monstruo, a comprenderlo con suavidad. El núcleo de cada monstruo es algo muy tierno, asustado, que necesita tu amor.
Y si tu abuelo también se fue a la guerra, y la guerra continúa en ti, ya sabes, no te culpes, busca ayuda, míralo, sánalo, amate… A tu ritmo, en tu momento.
Si quieres compartir tu historia, déjame un comentario o escríbeme a meatrevoasalir@gmail.com. También me puedes encontrar en Facebook y Instagram. Gracias por leerme y ¡hasta el martes que viene!