Hace días que no escribo, porque no tengo nada positivo para escribir. Ningún momento de iluminación para compartir. No he aprendido nada nuevo, no he subido ningún escalón en dirección a la autogestión interna. Nada que aportar, ningún lugar desde el que brillar. Todo es una mierda.
Espera… un momento.
¿De qué iba este blog?
¿Me he alejado tanto de mi intención inicial?
Me recito, a mí misma:
“(…) Mi deseo es compartir con vosotros mi viaje, desde la sinceridad, dando espacio tanto a la luz como a la sombra, sin maquillaje. A mi “cruda” realidad que no siempre es un mar de pétalos de rosa, ni tampoco un pozo de espinos. (…)”
Todas queremos soluciones. Y nos gusta leer sobre los momentos difíciles que compartimos y a los cuales alguien ha encontrado una salida.
Es natural.
Y es natural escribir lo que a mí me gustaría leer. Artículos que me aporten algo. Que me ayuden a ver la luz al final del túnel. Que aunque me hagan reflexionar y desafíen mi concepto de realidad, aunque cuestionen mi mundo, me dejen una sensación agradable al final. Enfocados desde la luz. Que me hagan sentir acompañada.
Sin mentiras, esa es mi primera regla, la cual he mantenido y así seguiré.
Pero he caído en la inercia, tan conocida y tan importante de quebrar: mostrar la luz y esconder la oscuridad.
Me perdono.
Y hoy me doy el permiso de escribir un post que seguramente nadie querrá leer. Me doy permiso de sacar a la luz lo que quiero esconder de mí.
Que hay días que todo es una mierda.
Días en que no veo ninguna salida. No llego a las soluciones.
Mis emociones me superan, mi mente tiene el mando. Mi ego está gigante y poderoso, inflado y armado hasta los dientes para ganar cualquier batalla perdida desde antes de empezar.
Las luchas internas me abruman, he perdido el poder, he cedido el control a mi protector más fiel. Estoy confundida, perdida.
Mi “Gollum” – así le llamo a la voz más cantante de mi ego, a su herida más profunda – se ha manifestado, rebelde, revolucionado y crecido después de haber empezado a practicar con convicción la mirada compasiva y la autoestima.
No he podido hacer nada para impedirlo. Ha sacado miles de “y si…” de la nada, con dudas y miedos se me ha llenado la cabeza… Aun sabiendo tantas técnicas ya, mi consciencia se ha separado imparablemente de mi esencia, y toda mi atención ha vuelto a la mente. Sin casi darme cuenta, he vuelto a estar atrapada, viendo el mundo por el filtro de mi juez interno, implacable, duro, guerrero feroz (y a la vez tan pequeño y débil…).
Sé que tiene miedo, pánico, a que yo me atreva a salir de nuestra zona de confort. Le abruma que yo realmente pueda probar eso de la felicidad consciente.
¡Prefiere morirse!
¿Te lo crees?
La parte herida de mi ego hace de todo para impedirme ser feliz, porque me quiere proteger de tal felicidad, porque es algo que no conoce. ¡Y lo que no conoce tiene que ser malo! Prefiere que me muera – y él conmigo – antes de probar la felicidad consciente, ¡para mi bien!
Y al mismo tiempo quiere morirse – y yo con él – porque no aguanta vivir más en nuestra zona de confort, de tan inconfortable que es. Es de locas…
Paciencia hasta que se tranquilicen las aguas
Algún monje budista desconocido dijo alguna vez:
“Procurar entender la mente con la mente discriminadora es una gran locura.”
Todos los raciocinios que pueda hacer estando mi consciencia ubicada en mi mente son en vano. Me esperaré con algo de paciencia hasta que se tranquilicen las aguas y entonces, con persistencia, volveré a ubicar mi corazón, mi esencia, y ubicarme a mí en él. Y todo se volverá claro. Sé que mirar el mundo desde allí hará desvanecer la necesidad de preguntas y respuestas.
En el fondo todo va de tener los ovarios para atreverse a salir de la zona de confort. De vivir de corazón abierto y desde lo que es la esencia de cada uno: el amor.
Y no, no siempre tengo soluciones para todo.
Todo fluye, todo cambia. Todo evoluciona.
Ha sido un desahogo necesario. Un admitir de mi debilidad, humanidad.
Si para ti a veces también todo es una mierda y te va bien desahogarte, aquí tienes el espacio para hacerlo. ¡Hasta pronto!